Un proceso de búsqueda “recentralizado” y sin obstáculos
Ana Carolina Guatame es antropóloga social de la Universidad de los Andes. Se especializa en antropología forense, área en la que realizó un posgrado. Su trabajo consiste no solamente en la recuperación de cuerpos de presuntos desaparecidos forzados, sino también en el trato que se le da al cuerpo de la víctima y a su familia. Ana Carolina estuvo vinculada a EQUITAS (Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial). Esta organización fue la primera no gubernamental interesada en antropología forense en Colombia. Sin embargo, y como su nombre lo indica, tiene un enfoque multidisciplinar. Durante la segunda sesión del foro itinerante “A la Escucha”, llevado a cabo en Cúcuta, Norte de Santander el 14 y 15 de junio de 2017, Ana Carolina nos compartió la manera en que concibe su trabajo: entender lo hallado en la exploración forense como un espacio de encuentro que se convierte en una narración de la historia de lo acontecido y una forma de contribuir a la memoria y reconstrucción del recuerdo de quienes buscan. La antropología forense parece ser una etnografía de dicha narración.
Ana Carolina indica que existe una diferencia entre la descripción de los hechos y la realidad que se establece sobre todo por la necesidad humana de llenar vacíos en la memoria con elementos que realmente no existieron o existieron en otra temporalidad. Además, el lenguaje juega un papel determinante como diferenciador entre la versión del familiar y los hechos, las palabras de la narrativa del familiar pueden alejarse de la realidad por no existir palabras exactas para describir. Otro factor que se debe tener en cuenta es que los paisajes donde ocurren las historias cambian con el tiempo, lo que lleva a que las descripciones de lugares no siempre sean acertadas. Sin embargo, y este fue uno de los puntos claves de la charla de Ana, es importante dejar que el familiar del desaparecido cuente todo lo que sabe, con todos los detalles que considera importantes. La relevancia radica no en sí la historia está completamente ligada a la realidad, sino en encontrar en el espacio de narración cualquier elemento que pueda distinguir al familiar desaparecido de otra persona. Escuchar las historias ayuda a establecer una empatía con el familiar de la persona desaparecida desde el comienzo del proceso que se debe mantener a lo largo de la búsqueda. Cuando termina su versión de la historia es el momento para empezar a hacer las preguntas necesarias para llenar el formulario e iniciar la búsqueda de personas desaparecidas. En este punto, es importante resaltar que en muchas ocasiones las preguntas del formulario oficial no otorgan información relevante, pero permiten al familiar entrar en el recuerdo y generar un hilo conductor en el relato de los sucesos.
Por otra parte, tiene gran importancia conocer el Plan Nacional de Búsqueda. Éste es cambiante respecto a los casos y las regiones. En él se le otorga a los familiares de las víctimas el derecho a“la memoria, a la verdad, a la vida y al respeto por los derechos humanos, recibir información sobre la suerte que han corrido sus seres queridos, y a que se adelante una investigación eficaz y oportuna que permita la identificación y sanción de los responsables.” Plan Nacional de Búsqueda (2012)
Lo anterior se pretende lograr por medio de tres pasos: primero, una investigación preliminar que permite tener información ordenada y a la mano para cuando se encuentren cadáveres a ser identificados. Adicionalmente, se empiezan a mapear lugares potenciales con base en la información de los familiares. El segundo paso es la recuperación del cuerpo. Por último, se da la identificación y entrega a la familia. Se hará énfasis en los tres momentos a continuación.
Durante la primera fase, la investigación preliminar, se hace una recolección de información y un proceso de verificación de esta. Preguntas como ¿Quién está desaparecido? y ¿Cómo se ve? refieren a los datos físicos de la persona que se busca y la recolección de muestras biológicas para análisis genéticos. Así mismo, estas preguntas permiten darle un nombre al desaparecido. Otra pregunta que se hace es: ¿Qué sucedió? que permite dar indicios acerca de los hechos y el modus operandi. ¿Dónde podría estar? es otra pregunta importante pues puede dar un norte acerca de las zonas en las cuales se debería buscar primero. Fosas comunes, ríos, cementerios, hornos de cremación y zonas fronterizas son lugares en los que debería explorar en caso de estar cercanos a la ubicación que brinda el familiar. Ana Carolina menciona que es importante hablar un lenguaje que los familiares puedan entender y así apelar a una comunicación lo más clara posible, sin tecnicismos. Así mismo, hace un llamado a no generalizar ni las historias, ni los desaparecidos. Empero, se puede pensar en caracterizar modos de operar de los desaparecedores que permitirían mapear zonas o rutas de desaparición. Para lograr obtener esta información, se debe hacer una búsqueda sistemática a través de la unión de esfuerzos de muchas organizaciones tanto privadas como públicas y civiles.
Con el fin de acercar a los funcionarios de las diferentes entidades invitadas en el taller al papel de los familiares del desaparecido, Ana Carolina realizó una actividad. En parejas, los asistentes realizaron una primera entrevista poniéndose en los zapatos del familiar del desaparecido. La tarea consistía en sacar de una bolsa, un trozo de papel que tenía escrito un rol familiar (padre, madre, hijo, hermana, etc.) Sobre ese familiar cada participante tenía que responder algunas preguntas sobre su descripción física y estética de la última vez que lo vieron. A partir de esta actividad, se logró concluir que la duración de la entrevista tiene un efecto directo en la cantidad y calidad de información y en cómo se sienten los familiares luego de ella. Mientras más larga sea, mejor para el familiar y para la investigación. A través de la entrevista se pueden cuestionar vínculos y sentimientos que el familiar no tenía presentes. Por eso, es necesaria una escucha atenta y orientada no solo a los datos que provee el familiar. En la actividad cada participante experimentó desde su propia narración la posibilidad de olvidar o resaltar detalles de quien se ama. Mientras que unos pocos tenían muy claras minucias como un lunar hasta las prendas de vestir del último encuentro, otros llevaban mucho tiempo sin ver al familiar que les correspondió, por lo que sentían que no recordaban algunas especificaciones.
Gran parte de los participantes experimentaron un sentimiento de angustia por no poder recordar completamente o sentir que estaban dejando de lado detalles importantes. Por medio de esta actividad, se sitúo a una persona en términos emocionales en el lugar del familiar que busca y que está sumergido en la angustia de que su información no sea suficiente para encontrar a esa persona que extraña. “Empecé a angustiarme por no recordar”, expresó uno de los participantes en la discusión posterior al ejercicio. Otra reflexión que dejó este ejercicio se relaciona con la incomodidad que generó respecto a tres aspectos: el tiempo que se deja de ver a los familiares, el no recordarlos y no conocer sus detalles. El terror de sentirse en esa posición, detonó sentimientos de espanto por no conocer detalles de sus familiares como su tipo de sangre o su número de identificación. Por medio de este ejercicio se hizo evidente la angustia que habita en el no saber y no estar seguro. Como en la narración se parte de los recuerdos, nunca se va a tener una certeza absoluta de que lo que se dice sea la verdad y esto tiende a generar culpa en quien está hablando porque indica un distanciamiento emocional del desaparecido mientras estaba presente.
Otra conclusión importante del ejercicio fue lo que Ana Carolina denominó: “darle un espacio a la memoria y a la vida”. Esto tiene que ver con la necesidad del familiar de contar y del funcionario de escuchar. Ponerse en el papel del otro es necesario para entender que, por ejemplo no se debe usar en la primera entrevista la palabra “desaparecido” para referirse al familiar, pues en la cronología de pensamiento de este aún no se ha denominado de esta manera al familiar. Es decir, como funcionario se debe dar un espacio a la existencia del desaparecido en el espacio mental de la narración. Esta escucha tiene en cuenta la necesidad de trabajar para el familiar, teniendo en cuenta sus necesidades, sentimientos y tiempos. Reconocer al familiar como algo más que una fuente de información es imprescindible para establecer una relación basada en la confianza y el respeto, dice Ana Carolina.
La segunda fase del proceso es la recuperación del cuerpo o exhumación. Se llega a esto a través de calidad en la recolección de información. Aunque en la primera fase se recoge la mayor cantidad de información, es importante dejar la vía abierta para que el familiar rectifique o adicione datos en cualquier momento del proceso de búsqueda. En la recuperación, se obtiene también nueva información: la manera en la que está situado el cuerpo de la persona dentro de la fosa permite saber un poco más acerca de qué sucedió y cómo. Ana Carolina invita a que el proceso de exhumación no sea concebido sólo como sacar huesos, que es la definición casi epistemológica, sino también a la reconstrucción de los hechos por parte del profesional. Este encuentro con el cuerpo de la víctima debe ser técnico y preciso, pues no solo está en juego la identidad de la persona, que ya es suficientemente importante, sino también la historia que se le narrará luego a la familia. Revisar cada hueso y hacer una excavación consciente y digna es un llamado que hace Ana Carolina.
Una parte importante de la segunda fase es la identificación del cuerpo. En este proceso intervienen de manera simultánea un antropólogo forense, que hace un análisis del esqueleto, así como un odontólogo, que investiga las piezas dentales. Cada uno de ellos hace un informe. Luego, un médico se encarga de reunir y analizar la información de los dos reportes con los que determina la causa de muerte. En este punto se debe hilar la historia de la primera fase para, finalmente, acabar el proceso de búsqueda de los familiares. Esta se culmina dándole un nombre al cuerpo y un cuerpo al nombre.
La siguiente fase del proceso corresponde a la entrega. En esta Ana Carolina presentó como punto fundamental explicar previamente el proceso de exhumación a las familias. Ana Carolina dice que debe haber una especial disposición a recibir las preguntas de los familiares. Estos tienen muchas dudas referentes al proceso de búsqueda e identificación y cualquier dato, por pequeño que sea, los va a ayudar a sentir que el proceso está avanzando y que alguien realmente se está buscando a esa parte de ellos que es el desaparecido. Pensando en esto, propuso una actividad: los asistentes observaron algunas réplicas de huesos humanos que estaban dispuestos sobre las mesas. Luego de observar, debían enlistar las preguntas que les surgían y las sensaciones que les había causado la observación de “los restos”. El impacto de ver los huesos secos del familiar con el que crearon vínculos emocionales causa sentimientos como nostalgia, tristeza, incertidumbre, misterio y deseo de saber más, reportaron los participantes. “Ese momento de la entrega se vuelve un volcán de emociones”, menciona Ana Carolina, en el cual todo el camino de búsqueda tiene sentido y se recuerda. Así mismo, se hace visible una preocupación de los participantes por saber “¿dónde está el resto del cuerpo?”, ya que en estos procesos y en el contexto colombiano, donde la mayoría de desaparecidos se encuentran en fosas comunes, es poco probable que se recuperen todos los huesos del cuerpo del desaparecido. También se genera una preocupación acerca de el periodo que los huesos duraron bajo tierra y siendo identificados. Este esclarecimiento de los tiempos, saber cuánto tiempo pasó entre la desaparición y la muerte, permite a los familiares establecer una cronología de los hechos.
Dar información a lo largo del proceso y permitir las preguntas son dos caminos para disminuir las preocupaciones del familiar. Se debe abogar porque el familiar se convierta en actor de decisión en aspectos de la entrega como el lugar, los días que durará o si se hará grupal o individualmente. “Es súper importante en estos procesos reconocernos como seres humanos”, reconoce Ana Carolina en el sentido que se debe concebir a los familiares como personas, que aún desde su dolor pueden y quieren aportar a las determinaciones del proceso. Dar la oportunidad de toma de decisiones hace parte de reconocer la humanidad y capacidad del otro.
Para ejemplificar la tercera fase, Ana Carolina propuso una actividad llamada “el camino a la exhumación”. En esta, los grupos de participantes tenían que leer historias reales de desaparición que estaban separadas en partes. Con los escritos se logró ubicar a los asistentes en el sentimiento de incertidumbre y frustración con el que se encuentran los familiares en su cotidianidad. Algunos de los grupos no llegaron al tercer capítulo de su historia, pues por como indicaba el texto: “(…) la búsqueda en la fosa común había tomado más de lo esperado y el cuerpo de su familiar no había sido encontrado”. El proceso de búsqueda está regido por un constante entrelazamiento de esperanza y desesperanza como indica uno de los participantes del taller “las expectativas de uno no coinciden con la realidad y lo que pasa en el proceso”.
Por otro lado, muchas veces cuando se entregan los cuerpos, las familias no reciben explicación de cómo fueron identificados los cuerpos lo que hace el proceso de aceptación más difícil de transitar para ellos. Así mismo, a los familiares no se les informa que hay varios profesionales (antropólogos, médicos, odontólogos, genetistas, etc) colaborando en el proceso de identificación, lo que otorga cierto grado de verdad desde lo científico al discurso forense que recibe el familiar. El hecho que el desaparecido no signifique muerte, hace que se produzca un gran impacto emocional cuando el cuerpo es encontrado e identificado, pues ahí el fallecimiento es inminente y el proceso que empieza es el duelo. Los rasgos identificadores de los que que se les debe hablar a los familiares son lesiones como fracturas en los huesos que dejan una marcas en ellos y permiten relacionar el cuerpo con la información. Hay otras características que brindan datos relevantes: el sexo se deduce por los huesos de la pelvis. En los hombres son más angostos y en las mujeres más anchos. La edad está determinada por el cartílago de la costilla que con los años se convierte en hueso, el esternón. Para determinar la estatura se observa la longitud del fémur y/o el húmero. Pero los huesos no son la única forma de identificar el cuerpo de un desaparecido. En este sentido, adquieren especial importancia elementos como la ropa.
La antropóloga indica que su trabajo no consiste simplemente en encontrar un cuerpo, sino también en hacer una reconstrucción científica de los hechos. Esto, de suprema importancia, marca el final de un ciclo de búsqueda y preguntas, permitiendo dar la opción de un cierre emocional a los familiares. Una entrega digna radica en dar posibilidad a la familia de tomar decisiones respecto a la entrega y destino final del cuerpo, pues la dignidad no es generalizable, sino personal. Ana Carolina resalta la posibilidad de que los familiares “puedan ver, tocar y preguntar”. Se deben hacer esfuerzos para hacer el momento de la entrega algo íntimo, de encuentro, de duelo. Sobre todo, se resaltó la necesidad de entender la entrega como un escenario de esclarecimiento de lo que pasó. Uno de los objetivos que menciona Ana Carolina como propio de la antropología forense es construir un relato alterno de la historia para llegar a una justicia y una verdad. Con las ciencias forenses se obtiene evidencia física para conocer los hechos y saber si los relatos construidos privada, pública y estatalmente son verídicos.
Para alcanzar esa verdad, Ana Carolina plantea la necesidad de disminuir los obstáculos que existen entre el conocimiento del científico y el que tiene el familiar. Estos límites, establecidos por ejemplo por cintas de peligro en el lugar de las excavaciones y escritorios durante la primera fase de entrevita, hacen que simbólicamente se reiteren distancias entre el proceso de búsqueda del familiar y el experto que se encuentra realizando su trabajo. Durante la charla, Ana Carolina mencionó que existe la posibilidad de dejar entrar al familiar al área acordonada en un determinado momento acordado con él. De esta manera, se pueden eliminar fronteras y cuestionar las jerarquías existentes en el proceso de búsqueda. Ana Carolina plantea que los científicos forenses deben tener una “superación del poder del saber”. En otras palabras, propone al gremio forense que no se esconda detrás de una bata, un escritorio o una cinta, sino que más bien por medio de la escucha le dé importancia a lo que el familiar puede aportar al proceso, indagando por una relación más horizontal. Tenemos que entender que esas distancias se pueden hacer más pequeñas si damos un trato más digno y humano a los familiares, entendiéndolos como sujetos de derechos a los que no se les está haciendo un favor. Ana Carolina plantea la opción de darle la opción a ellos de “hacer algo para ayudar a encontrar a su familiar desaparecido”.
Cabe resaltar, que todo el proceso se debe enmarcar bajo la idea de acción sin daño que se define como “(…) todas las acciones orientadas a evitar nuevos daños en las víctimas.” (Rondón y Méndez, 2015, p.11). Con esto en mente se pueden realizar acciones conscientes por medio de las cuales los familiares tengan la menor afectación posible. Un ejemplo consiste en evitar poner los osarios en bolsas negras luego de la ceremonia de entrega , dado que estas se relacionan en el contexto colombiano con lugares en donde se deposita la basura. La opción de llevar a cabo esta acción sin daño se puede descubrir, y así lo plantea Ana Carolina, por medio de la escucha. Por medio de esta podemos darle al familiar el título de sujeto humano con derechos y no solo de víctima. El diálogo es necesario y no implica dejar a un lado las labores profesionales del antropólogo forense. Así, sin dejar al lado el profesionalismo, se puede pensar en maneras en que el familiar se pueda sentir mejor durante las tres fases. Esto fue uno de los interrogantes que Ana Carolina planteó a los asistentes del taller en Cúcuta. ¿Cómo podemos hacer que el familiar se sienta más cómodo? A modo de respuesta se pensó que sería conveniente hacer la primera fase de recolección de información en la casa de los familiares, ya que este espacio permite recordar mejor.
Estas nuevas ideas van en contra al proceso de burocratización de la búsqueda. En cada fase hay protocolos y formularios, pero también nuevas preguntas de los familiares. El acto de búsqueda de los familiares se entreteje con la cotidianidad. Esta es una asociación muy fuerte que se tiende a naturalizar. La vida de los familiares no se detiene, pero en ella, además del dolor de la ausencia, deben hacer encajar los tiempos que toma buscar, presionar y averiguar. Los funcionarios que escuchan la desaparición forzada no pueden ser ajenos a esta burocratización de la búsqueda. Es más, deberían ser aliados de los familiares y hacerse responsables de su lugar como representantes de la entidad pública o privada que representan. Decir frases como “con eso no le puedo ayudar yo”, “ese trámite no depende de mí”, “tiene que volver porque con esa información no estoy familiarizado” son frecuentes para los familiares. Se debe entender que un funcionario que trabaja para una entidad es también la entidad. En este orden de ideas se puede establecer que el saber burocrático no elimina la responsabilidad personal. No se puede justificar callar información a una persona que sufre, mientras esta exista y esté al alcance del funcionario. En la desaparición forzada hacer el trabajo por hacerlo nada más, no es suficiente. Hay que entender que el familiar que busca merece un trato ético del cual somos responsables como individuos y como entidad. El orden social y burocrático en ningún momento justifica los actos, pues implica desdibujar la responsabilidad del sujeto. La responsabilidad se entiende como algo individual y no grupal. Los funcionarios no se deben cobijar bajo el nombre de la entidad. Entonces, se propuso a los asistentes una reflexión acerca de qué responsabilidad tienen en su microentorno y cómo pueden inferir en él.
En conclusión, la búsqueda forense se afirma como una narración que se plasma en el libro abierto de la corporalidad del desaparecido y sus restos óseos. Narración que, en el relato científico exhaustivo toma detalle de cada personaje de la historia, y resalta la profesión de Ana Carolina, pues evidencia cómo la antropología forense construye conocimiento tejiendo un hilo conductor con el familiar. Dicha integración de quien busca se refleja en la posibilidad de decisión que dignifica cada proceso de entrega en una particularidad tanto de quienes desaparecen, como de quienes buscan. Decir algo del desaparecido tiene que ver con las historias narradas por los familiares que buscan a sus seres queridos. “No es solo que me lo entreguen sino saber que yo hice algo para que fuera encontrado” narra Ana Carolina que le han dicho los familiares. Esa participación que se propone en el espacio forense, da a los familiares una cercanía al proceso. Ellos deben estar en el centro de la búsqueda. Para ellos finalmente es el trabajo. Así, aunque lo forense se inscriba normalmente en el ámbito judicial, Ana Carolina nos invita a “recentralizar” por medio de la escucha sin obstáculos y con responsabilidad personal a las víctimas, que en este caso son también los familiares de los desaparecidos.
Referencias:
Beraudi, F. & Delpino, D. (2017). Sin título. [fotografía]. URLt: http://www.roccomotion.com/la-memoria-de-los-huesos.html [Recuperado el 23 de agosto de 2017].
Beraudi, F. Y Nardone, V. (productores). Beraudi, F. (director). (2017). La memoria de los huesos [Largometraje]. Argentina: Roccomotion
Rondón, L., & Méndez, C. (2015). Procedimiento Estándar para la Entrega Real o Simbólica de Cadáveres a Familiares de Víctimas de Desaparición Forzada. Bogotá: EQUITAS. Consultado 20 de agosto de 2017. URL: https://issuu.com/equitascolombia/docs/documento_entrega_real_o_simbolica_.
Plan Nacional de Búsqueda (5ta ed., B). (2012). Bogotá: Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Recuperado el 20 de agosto de 2017. URL: http://tbinternet.ohchr.org/Treaties/CED/Shared%20Documents/COL/INT_CED_ADR_COL_22512_S.pdf
Guatame, A.C. (mayo de 2017). ¿Para quién y para qué el trabajo forense?. La ética de la escucha. Simpósio llevado a cabo en Bogotá, Colombia.