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Árbol Adentro: La fotografía como lugar del recuerdo

“Las preguntas de mi pasado se habían resuelto escuchando al otro”

 

Tratar de escuchar la historia del otro desde donde uno está parado física y emocionalmente, desde la propia historia. Intentar sentir el corazón del otro a través de las imágenes y la narración. Adentrarse en el otro desde su sentimiento de dolor, desde ese lugar interior, desde la raíz. Involucrar la comunicación y el perdón en la dinámica de tratar de sanar. Hacer parte del proceso del otro, de la búsqueda de quien desapareció y de los trozos, grandes o pequeños, que se llevaron de cada persona que lo conocía.

Álvaro Cardona nació en Manizales, Colombia. Tuvo una carrera exitosa fotografiando personas famosas y haciendo parte de las más reconocidas revistas del país. Sin embargo, un día Álvaro dejó ese camino por decisión propia, en búsqueda de algo que le faltaba, una cercanía con la realidad de esa Colombia que no conocemos en las ciudades capitales, esa Colombia que duele y sufre la guerra. Así, llegó a la Gabarra, Catatumbo, un lugar desangrado por la violencia y las desapariciones forzadas. Durante un año, Álvaro convivió con la gente, habló con ellos, se acercó a sus corazones, a sus alegrías y dolores. De esta forma nació Padre, Hijo y Espíritu Armado (2008), una obra en donde se sobrepone la realidad desajustada por la violencia del pasado que se llevó a algunos, ante el presente de aquellos que aún esperan. La obra, como dice Álvaro, es una manera de decir “aquí estamos”, desde dos lugares: la acción representada en la foto y la verdad que está a la mano.

Recopilación de Fotografías «Padre, Hijo y Espíritu Armado» de Álvaro Cardona (2008)

Por medio de fotografías quien las captura establece lugares simbólicos donde la “vida es posible en el encuentro con el rostro, que es la foto”, dice. Esta persona que ha desaparecido genera una identidad sin cuerpo y deja la fotografía como el rastro vivo del desaparecido forzado. A este recuerdo se aferran quienes esperan, a una memoria feliz, viva y presente de quien ya no está. Esta no-presencia representada en una imagen pone una cara a la lucha, una constante motivación y fuerza para seguir esperando y batallando.

Álvaro busca esa verdad que está oculta y que se representa a sí misma en los cuerpos de los desaparecidos forzados. Así, se establece una personificación de la violencia en un cuerpo, que se encuentra escondido y que no se puede ubicar en una temporalidad determinada: “desapareció en el pasado, duele en quienes esperan en el presente y tiene un futuro desconocido” dice Álvaro. El desaparecido forzado no tiene opción de vida o muerte porque se encuentra en un limbo, en el cual no se puede determinar qué pasó, dónde está, ni quién se lo llevó. En este orden de ideas, la fotografía actúa como máquina del tiempo a la que los familiares se aferran y desde la cual se crea una genética de la violencia. Esta, refiere al hecho de poderse ver a sí mismo en el desaparecido forzado y a éste en el propio rostro. Lo anterior hace que la historia de Padre, Hijo y Espíritu Armado (2008) cobre una fuerza como narrativa del recuerdo y como vínculo. Álvaro Cardona encontró en la fotografía un gestionador emocional al hablar de Desaparición Forzada “no es solo un ejercicio creativo (…) ver y escuchar la fotografía es nuestro ejercicio cotidiano”, “yo me encuentro con la posibilidad de ser herramienta para darle un espacio a estas familias”.  

Lina Samper, Archivo Ética de la Escucha

El nombre del proyecto, cuenta Álvaro, ya implica un significado fuerte. “Armar tiene más de un significado: en la guerra, se refiere a la dotación con armamentos. Pero en un contexto de paz, armar significa construir; crear.” menciona Mariana Garcés Córdoba en un discurso acerca de la obra de Cardona que fue galardonada con El Premio Nacional Colombo-Suizo de Fotografía en 2012. Por medio de su obra, el fotógrafo pretende esclarecer la idea de una genética de la violencia en donde en los familiares del desaparecido, al mirarse al espejo ven al ausente. Además de heredar los rasgos físicos, también se heredan características morales y la desaparición como hecho y dolor del que no se puede escapar. En muchas ocasiones, menciona Álvaro, se llama a los nacidos después del hecho de la desaparición igual que el desaparecido. Por ejemplo, si Luis desapareció, es posible que su sobrina, nacida un año después sea bautizada Luisa. De esta forma, se intentan establecer nuevas presencias dentro del vacío inllenable de la ausencia.

Así, Álvaro adoptó la fotografía como manera de contar historias en busca de la verdad. La fotografía, como él la explica “es acción” y representa al desaparecido en vida. Entonces, a través de ella se crea una relación del familiar con quien ya no está sino en su rostro. Cardona explica que la foto le pone una imagen a la causa, le otorga fuerza a la lucha y actúa como recordatorio de lo que está en juego. Es por esto mismo que los familiares se aferran a los recuerdos impresos de sus familiares, son su nexo más tangible y podrían pensarse como radiografías de sus memorias. Cardona expresa que “la vida es posible en el encuentro con el rostro, que es la foto”. La fotografía es el lugar simbólico en donde el desaparecido se encuentra. Entonces, se crea una identidad sin cuerpo que parece estar presente en las fotografías que llevan consigo los familiares. Esa imagen se convierte en la materialización del recuerdo. Los retratos mostrados acá son la construcción del momento, el resultado de la confianza construida sin cámaras, solo con los ojos y el oído; son la compenetración del sujeto y el fotógrafo, son poder llegar al corazón de los dos y unir los latidos en un clic, en una imagen. (Cardona, 2012)

Poema «La Madre», Luisa Benilda Jaimes. La Gabarra, Norte de Santander, julio del 2008.

 

La imagen anterior ilustra un poema escrito por Luisa Benilda Jaimes en julio de 2008 en el marco de Padre, Hijo y Espíritu Armado. El escrito nos deja entrever el sufrimiento que se esconde detrás de la violencia y la desaparición forzada que han azotado a Norte de Santander durante décadas. Frases como “[a] nosotros nos falta todo a los ricos no les duele una muela” o “[q]ue la ley es pal de ruana, que los pobres nos jodamos, que los que menos ganan somos los que más molemos” dan cuenta de las diferencias sociales que se hacen evidentes en el conflicto armado colombiano, en donde los más afectados son los que pertenecen a las clases bajas y permanecen ignorados por las altas. En este escrito, Álvaro, resalta la importancia que hay en compartir las historias de los que han sufrido las aflicciones de la desaparición forzada, él decidió hacerlo por medio de la fotografía convertida en narrativa de dolor.

Con esta información presente, podemos entender los fundamentos de una obra que la tuvimos la oportunidad de hacer parte en el seminario itinerante A la Escucha, que se realizó en Cúcuta, Norte de Santander en junio de 2017. En “Árbol Adentro” Álvaro Cardona crea un ambiente íntimo en el cual la cercanía con el familiar del desaparecido no tiene escapatoria. Álvaro trabaja desde la posibilidad de dignificar el dolor de los familiares de desaparecidos forzados. Se presume que las desapariciones que le han permitido escuchar los familiares, fueron organizadas y llevadas a cabo por el Estado colombiano, quien no solo ausenta a las víctimas, sino que también persigue, amenaza y encarcela a quienes los buscan. Lo anterior, situa a los desaparecidos y a sus familiares en una situación paradógica en la cual quien debería cuidarlos y velar por su seguridad, hace el contrario: los ausenta.

Para explicar lo que sucedió durante la actividad es necesario primero contar la historia de Pilar Navarrete. Pilar es la esposa de Héctor Jaime Beltrán, o Jimmy como le dice de cariño, quien trabajaba como mesero en el Palacio de Justicia. El destino lo llevó a estar presente durante la toma el 6 de noviembre de 1985, llevada a cabo por el M19, y la retoma al día siguiente por la fuerza pública.

Foto: lacasadelahistoria.com, en http://www.lacasadelahistoria.com/6-de-noviembre-toma-del-palacio-de-justicia-por-parte-de-miembros-del-movimiento-guerrillero-m-19/. Consultada el 24 de agosto de 2017
Foto: lacasadelahistoria.com, en http://www.lacasadelahistoria.com/6-de-noviembre-toma-del-palacio-de-justicia-por-parte-de-miembros-del-movimiento-guerrillero-m-19/. Consultada el 24 de agosto de 2017

El palacio de Justicia, ubicado en el centro de la capital colombiana ardía en llamas, recibiendo ataques de ambos bandos. Los dos días marcan el comienzo de “una tragedia interminable para todos nosotros” dice Pilar. Ella resume el sentimiento de ese momento como una gran incertidumbre: “No sabes qué esperar, no sabes qué no esperar, solo quieres que termine ya”, menciona. Ese día, Jimmy desapareció. Su caso fue uno de los investigados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en el 2004, casi 20 años después de que sucedió. En el fallo se estableció que el Estado colombiano es culpable de la desaparición y tortura de al menos 11 personas. Pilar recuerda ese día como si fuera ayer. Cuando lo narra se puede notar en su voz el dolor y la fuerza para seguir luchando. En su casa guarda con especial cuidado las fotos de él con ella y sus hijas, en momentos que para Jimmy eran especiales y están impregnados en imágenes impresas.

Archivo personal Pilar Navarrete
Archivo personal Pilar Navarrete

En la desaparición forzada, las familias se resisten a deshacerse de las fotos de sus familiares, porque estas implican “una vida sintetizada en una aparición momentánea” (Sontag, 2004). Se puede afirmar que la fotografía y la memoria adquieren unos vínculos singulares pues en las imágenes se retienen recuerdos que llevan a que se piense en ellas como más que un objeto material. “Una fotografía nos permite la posesión subrogada de una persona o cosa querida, y esa posesión le da a las fotografías un carácter de objeto único” (Sontag, 2004). La fotografía permite condensar una gran cantidad de recuerdos emocionales que para los familiares tienen gran importancia, pues terminan representando a quien está desaparecido. “El retrato es, en sí mismo un acceso a lo real del pasado, que se mantiene en el presente como objeto” menciona Álvaro durante su presentación.

Es notable que las fotografías suministran un registro del pasado. Sin embargo, también “representan una manera nueva de tratar con el presente” (Sontag, 2004). A través de las imágenes Álvaro acerca a los observadores a una realidad que los hace sentir vulnerables ante los hechos perturbadores como la desaparición forzada. Así, se puede pensar en la fotografía como una máquina del tiempo que acerca los horrores del pasado, a los observadores del presente y al no-olvido del futuro. Entonces, se presenta la posibilidad para quien observa la fotografía de conocer la historia de quien está delante del lente, pero no es lo mismo ver que observar. Escoger cuál de las dos acciones se realiza, no depende del fotógrafo solamente sino de quien está parado al frente de la imagen espectador.

Álvaro y Pilar vienen trabajando juntos desde hace varios años, tienen una relación cercana que va mucho más allá de un contacto laboral. Esta es una de las propuestas del fotógrafo: no esconderse detrás del lente. En cambio, propone establecer una relación de confianza con las personas con las que trabaja. Así, por medio de la exteriorización de los conflictos y los dolores, Álvaro logra llegar a una dimensión de reparación simbólica y empatía que sin caer en el tradicional amarillismo, sensacionalismo y revictimización a la que estamos mal acostumbrados en el país. Es decir, no se trata de aprovecharse del dolor del otro y salir a contar la historia, sino de dignificarla y comprenderla desde un plano más cercano y emocional, desde una manera más humana y próxima.

Para la actividad fue necesario adecuar el espacio y hacerlo una herramienta en la creación de lazos cercanos. Álvaro ubica un trípode con una videograbadora, baja las luces del salón donde están los más de 30 asistentes al Seminario Itinerante A la Escucha e ilumina a Pilar. Ella, sentada en el centro del pequeño escenario, sostiene en sus manos algunas fotos que representan su historia con Jimmy. Pilar toma en sus manos una fotografía y narra el relato que se encuentra detrás de la imagen estática.

Archivo personal Pilar Navarrete
Archivo personal Pilar Navarrete

“Yo le tomo a las niñas mías todos los años cuando pequeñas las fotos del día de las brujas con disfraces que les hacíamos mi mamá y yo porque no habían esas fábricas de hoy en día que hacen los grandes disfraces. Pero eran disfraces muy muy bonitos porque mi mamá era costurera y yo tenía una imaginación. Se la mostré la noche que él llegó de trabajar y a él le gustó mucho la foto. Dijo: “ay divina, me la tienes que prestar porque es que hay una congresista que me va a ayudar a conseguir casa y yo le hablo tanto de las niñas y de tí que cuando ella vea a las niñas va a quedar súper enamorada”. Le dije: “no yo no te presto la foto”. Me dijo: “préstamela”. Y yo: “no porque tú me botas todas las fotos” y en efecto él me botaba todas las fotos. Yo no sé la quise prestar, él me rogó toda la noche. Y así pasó la noche. Cuando se levantó a las 5:30 de la mañana, él estaba desayunando, yo saqué la foto y le dije “toma la foto, pero…” le hice poner una mano, estilo juramento “ júrame: yo (yo le decía y él repetía) yo, Héctor Jaime Beltrán juro que si boto la foto no vuelvo”. Y no volvió.”

Luego de que termina cada historia, un funcionario escoge apadrinar ese recuerdo y toma la foto en sus manos, por sentir alguna conexión con la historia que representa o con la imagen. Las fotos de Jimmy, que emergen como recuerdo de las narrativas de Pilar, ahora son compartidas por todos los presentes. Se comparte una foto, una historia y un dolor. La voz de Pilar resuena en los atentos oídos de quienes están en el salón, “se sentía como si estuvieran tejiendo lazos entre nosotros” dice con los ojos aguados una funcionaria de la Fundación Progresar. Fue, sin lugar a dudas, un momento cercano y solemne en donde el reconocimiento del dolor de Pilar inundó los sentidos de todos los presentes.

La actividad continúa, Álvaro propone ahora que cada participante, con la foto que tiene en sus manos, pida perdón a Pilar. Este acto simboliza establecer un nexo con la historia, entendiendo la emocionalidad que se esconde detrás. Así, las 30 personas van pasando al frente de Pilar, se sientan a su lado, la abrazan y le piden “perdón por los crímenes impunes del Estado”, “perdón por ignorar este dolor que ha habitado en ti y en tantos otros”, “perdón por no visibilizar la lucha”. Muchas veces con lágrimas en los ojos y tomando la mano de Pilar, los funcionarios pasaron al frente y pidieron perdón, para luego pegar la foto en la pared detrás de Pilar, hasta crear una imagen similar a un árbol que crece como frondosas historias sobre la representación del tronco que es Pilar. Así se creó colectivamente un álbum de memorias. Compartiendo las historias de las fotos, se logró establecer una conexión profunda de los asistentes con la historia de Pilar y Jimmy.

Foto: Lina Samper, después de el ejercicio de Árbol Adentro, Cúcuta, Norte de Santander, Colombia. 1 de junio de 2017.
Foto: Lina Samper, después de el ejercicio de Árbol Adentro, Cúcuta, Norte de Santander, Colombia. 1 de junio de 2017.

Álvaro se ubica en el dolor del otro y hace una traducción de este en analogías para que quien las observe pueda ubicarse “en los pies del otro”. En este caso la analogía es de los recuerdos con un árbol. El tronco es la persona que busca, representa la fortaleza que implica hacer la búsqueda de un familiar desaparecido. Las ramas brotan de la parte superior, es decir la cabeza, pues ahí se encuentran las memorias que se construyeron mientras las personas creaban y convivían juntas. Las hojas, representadas por las fotos son quienes alimentan la búsqueda. Esas memorias son lo que nutre el árbol, la raíz de todo lo que representa y se nutre la lucha que se ha convertido en cotidiana.

Como dice Susan Sontag (2011) “[l]as fotografías son un medio que dota de <realidad> a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes prefieren ignorar”. Por medio de esta actividad, Álvaro logró acercar dos realidades: por un lado la “burbuja que representan las ciudades”, en donde las historias no nos duelen y el mundo de los familiares de los desaparecidos cada día es una nueva lucha, lugar que se ritualiza diariamente, pues el desaparecido se repite también. Además, nos muestra cómo es posible introducirse en la historia de alguien más a través de las narrativas detrás de la fotografía. Esto, permite reconocer el dolor del otro, ubicarse en él, sin que necesariamente me pase a mí. La propuesta de Álvaro es tomar la fotografía como el camino que nos deja vernos a nosotros en el otro que decimos no ser pero podemos sentir. “El dolor de uno, es el dolor de miles, de todo un país” menciona Álvaro, para recordar que no podemos ser más una nación sin corazón y sin escucha.

[Haga click aquí para ver un recuento de la actividad Árbol Adentro realizada con Pilar Navarrete durante el seminario]

 

Referencias:

Sontag, S. (2004). Sobre fotografía. Editora Companhia das Letras.

Sontag, S. (2011). Ante el dolor de los demás. DEBOLS!LLO.

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