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Más allá del horror: Ética como performance en Chocó

 

Conferencista: Tania Lizarazo Moreno, Ph.D. Profesora asistente en el departamento de lenguas y el programa de estudios globales de la Universidad de Maryland, Baltimore County
Fecha: Lunes, 8 de febrero de 2016
Hora: 12:00 m a 2:00 pm
Lugar: por confirmar
Evento abierto, previa inscripción

El estudio de la violencia puede llevar a la reproducción y naturalización del horror y, en consecuencia, a la re-victimización de sobrevivientes. Esta presentación explora el proceso de narrar e investigar la supervivencia como prácticas éticas performativas alternativas a la fetichización de la violencia. Mujeres pacíficas es un proyecto de narrativas digitales realizado en colaboración con la Comisión de Género de COCOMACIA (Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato).

El 8 de febrero asistieron 34 personas a la presentación “Más allá del horror: la ética como performance en Chocó” en el marco del coloquio A la escucha. Tania Lizarazo, doctora en cultura latinoamericana con énfasis en teoría feminista y estudios de performance, compartió a partir de un proyecto que realizó recientemente, algunas reflexiones sobre la ética, comprendiéndola como una práctica performática y corporal que está presente en la cotidianidad, y que no es transmisible a través de la escritura. Ante todo, propuso una mirada alternativa tanto de la noción de ética como de los métodos tradicionales de investigación. Los resultados de sus investigaciones pueden encontrarse en Mujerespacificas.org y tanializarazo.com

En conjunto con las comisionadas de género de COCOMACIA (Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina del Atrato), esta académica desarrolló un proyecto de investigación colaborativa utilizando como estrategia la narrativa digital (digital storytelling). Esta metodología le permitía, dijo, enriquecer las posibilidades de la investigación en la medida en que es una práctica colaborativa. Ella compartió su experiencia de conocer realmente cómo vive la gente luego de experiencias de violencia, pues sólo conocía la perspectiva teórica sobre las mismas. Para responder a la pregunta ¿qué pasa cuando no pasa nada, cuando simplemente se vive la cotidianidad? Lizarazo hizo una valoración de ciertas motivaciones que guían no grandes actos de resistencia, sino lo que se hace todos los días acentuar el valor de prácticas no oposicionales.
vida cotidiana, el día a día.

La ponente comenzó compartiendo un fragmento de la historia de María del Socorro Mosquera, una activista y compositora chocoana. Se trató de un alabao, composición típica de la región, sobre la ley1257 de 2008 contra la violencia de género. Lizarazo resaltó la supervivencia como una acción colectiva y cotidiana que toma el aguante como centro de la vida en comunidad. Mencionó que el alabao cuenta una historia que no es oposicional porque encuentra valor en políticas públicas.
En seguida se refirió a ciertas publicaciones más canónicas como El canto de las moscas de María Mercedes Carranza, Violentology de Stephen Ferry, y otras publicaciones del CNMH. Llamó la atención sobre el hecho de que estos textos son trabajos cuya audiencia no son las mismas víctimas de la violencia que retratan. Aun cuando los mismos sobrevivientes sean los productores de historias, quien escribe es quien edita y así se pierde la complejidad de la vida de las personas. Para ella, la categoría de víctima es insuficiente. Estas lógicas de producción de conocimiento, además, generan una jerarquía entre quien escribe (élite) y quienes sobreviven (marginados). De esta suerte, propuso una visión de la política no como un evento accidental que resulta de un evento traumático sino como el día a día corporal que abarca mucho más. Esto da pie a considerar ciertos elementos del teatro, tales como el ensayo y la improvisación, como parte de la política y de la vida.
La académica comentó que las comunidades negras de Chocó han tenido un activismo muy importante con consecuencias visibles, lo cual puede apreciarse en la creación de la ley 70 de 1993, por ejemplo. Esto sucitó en ella los siguientes interrogantes: ¿Por qué las personas escogen algo diferente a rendirse en condiciones de vulnerabilidad extrema? ¿Cómo el impulso de quedarse y ser activista supera el impulso de irse? Luego de haber leído mucho sobre la violencia, conocer a las víctimas fue para ella una muestra de que la experiencia no se reduce a esto: el esfuerzo político va más allá del “movimiento social”, la “resistencia” o la “violencia armada” y por lo tanto no debe abordarse desde los conceptos clásicos de la investigación social: no como “trabajo de campo”, “informantes”, etc. sino una colaboración porque las comunidades tienen capacidad de agencia. Esto se relaciona, entonces, con un “estar ahí” en el que el cuerpo ocupa un rol protagónico. Se cuestionan así los procesos catárticos asociados al testimonio, en particular al testimonio que se escribe, y se traen a primer plano espacios no espectaculares, como el día a día.
Ética como objeto de estudio

Tania Lizarazo se apoyó en el concepto de ética cotidiana (ordinary ethics) planteado por Veena Das, que propone que se debe “no esperar escapar lo ordinario sino descender en él como forma de convertirnos en sujetos morales”. Este tipo de ética no es prescriptiva, no es resistente, no se impone desde arriba; sus objetivos son fluidos y no fijos. No se concentra en el trauma o en las categorías identitarias que de él se desprenden. La ponente pasó entonces a dar un ejemplo a partir del uso que las comisionadas de su investigación le daban al dinero. Si bien no tenían un sueldo fijo sino que recibían donaciones de cooperación internacional, ellas hacían una jerarquía de lo más importante, no poniendo el bienestar propio por encima del de la comunidad: en estas pequeñas decisiones ve Lizarazo la negociación y comportamiento ético del día a día. Las comisionadas se esforzaban por cumplir compromisos, usar la energía en lo que se considera correcto, aun cuando no hay garantías: una de ellas decía que “es mejor vivir con miedo que dejar de ser por miedo”.
Esta sección estuvo acompañada de un fragmento del testimonio de Rubiela Cuesta Córdoba, otra de las comisionadas de COCOMACIA. Se discutió acerca de cómo las participantes de la investigación percibían su feminidad y los problemas de género que el conflicto ha agudizado en el Chocó. Para la expositora, la ética cotidiana se acompaña necesariamente de una valoración de lo repetitivo, pues ella la entiende como una suerte de materialización corporal de formas de conocimiento que circulan en la rutina.

Ética como práctica investigativa
El espacio de enunciación desde el que se situó Lizarazo para construir su intervención en el Chocó respondía a la búsqueda de prácticas paralelas a discursos hegemónicos que no son reconocidas. Su forma de investigar, pues, se escapa a la escritura y al archivo, lo transgrede incluyendo voces y saberes no canónicos. De esta manera, además de apoyarse en la ética cotidiana de Das, trajo a colación el concepto de ética comprometida (Engaged ethics) desarrollado por Lynette Hunter. Según ella, esta visión de la ética se sitúa al lado y no en contra de otras nociones. Aquí, es fundamental la construcción mutua del otro: no se trata solo de la tolerancia liberal de la diferencia sino de tomar postura ante la dicotomía que se crea.

La expositora enfatizó en que el entendimiento y comunicación no ocurren naturalmente, pues la subjetividad y posicionalidad propia forman al otro. Desde su punto de vista, en esta interacción ocurre una suerte de performance porque se crean mundos de posibilidad, intentos de empatía que deberían involucrar ensayos y fracasos en el vínculo con otro. La visión no es, entonces, una herramienta objetiva y empírica. Se habló de una situación en la configuración del proyecto investigativo en el que la propuesta que ella hizo como investigadora tomó un giro imprevisto que no hacía parte de la investigación pero sí de la colaboración: a través de la creatividad e inmediatez de la interacción con las comisionadas, se dio no un proceso de creación que incluía la escritura de un guion sino una narración espontanea, un diálogo y múltiples versiones de la misma historia.

En la medida en que crearse mutuamente incluye dificultades, se hizo hincapié en la intención mutua de comunicar, pues se da la posibilidad de comunicación constante pero la interacción con otro exige ganas y empatía. Lizarazo mencionó que percibía un cansancio de las comunidades por los investigadores que venían a hacer sus tesis y proyectos sin pensar en este aspecto colaborativo y performático. Trajo a discusión un fragmento de la experiencia de otra comisionada, Luz Adonis Mena Becerra, para reflexionar sobre las maneras en que se puede modular el discurso propio y la identidad usando la narración como un proceso paralelo que es una potencia de centrar la experiencia de las mujeres negras. Esto la llevó a hacerse la pregunta, todavía irresuelta, de ¿Cómo documentar el conocimiento corporal sin convertirlo en una narrativa lineal?

En sus conclusiones, esta investigadora resaltó la importancia del apoyo comunitario para sobrevivir, pues la supervivencia no es un resultado accidental de un acontecimiento traumático sino un compromiso cotidiano. Si bien en la escritura canónica ocurre que mientras las historias se cuentan se cambian por las subjetividades implicadas, ella defendió el intento de crear dentro y a pesar de la vulnerabilidad, reconociendo que “es un esfuerzo utópico, no hay garantía de algo más que el presente”. También, recalcó la importancia de ampliar definiciones de violencia, víctima, trauma, así como de ampliar el espectro de lo que se produce: para ella, cada persona debería verse a sí misma como posible productora de conocimiento y de arte. Concluyó su presentación recordando que las mujeres tienen varios discursos: que digan algo en un taller, un encuentro de víctimas o en una historia digital no implica que no tengan otras narrativas. Según el contexto, se crea una conexión con la audiencia, se usan las identidades de manera estratégica, y esto debería respetarse y explorarse sin limitarse al discurso académico o escritural.

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