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Caminos y Silencios en los Montes de María

 

Crédito foto: Fernando Grisalez

Conferencista: Juan Manuel Echavarría se ha dedicado desde 1996 a investigar la violencia política en Colombia a través del arte. Por medio de las fotografías y el video. Echavarría ha explorado las huellas de la guerra y ha propuesto una interesante reflexión sobre la estetización del horror. Algunos de sus proyectos han sido Guerra y Paz, Bocas de Ceniza, Réquiem NN, La Guerra Que No Hemos Visto. En este coloquio el artista conversará sobre su trabajo Silencios realizada en los Montes de María
Fecha: Martes 5 de abril de 2016

El pasado 5 de abril, el artista colombiano Juan Manuel Echavarría dio una conferencia en el coloquio A la escucha. El profesor Juan Pablo Aranguren fue el encargado de presentar el espacio y hablar del proyecto de investigación sobre la ética de la representación, que es la razón por la cual Echavarría fue invitado a presentarse en este espacio académico.

Tras manifestar su agradecimiento por la posibilidad de participar en este espacio, el artista procedió a compartir algunas de las fotografías de su serie Caminos. Las fotografías estaban acompañadas de fragmentos de los diarios que él ha escrito a lo largo de estos viajes. Ayudándose de la lectura de los mismos, complementaba con detalles las historias condensadas en las imágenes. Cómo llegó a cada lugar, qué encontró de especial en ellos. Mencionó que los recorridos que lo llevaron a producir esta serie empezaron el 2010, exactamente el 11 de marzo. Durante los últimos seis años, Echavarría ha recorrido muchos pueblos de Colombia, la mayoría de muy difícil acceso y con antecedentes de violencia extrema y negligencia por parte del Estado. Comentó que la fecha del 11 de marzo guarda una importancia simbólica para él, pues en ese día todos los habitantes del pueblo de Mampuján el Viejo fueron desplazados por el bloque paramilitar Héroes Montes de María. La tragedia ocurrió hacia las 5 o 6 de la mañana y el hecho no fue conmemorado sino hasta 10 años después, cuando hubo un regreso al pueblo dirigido por los líderes de la comunidad. Sin embargo, cuando él llegó a este lugar se enfrentó con pueblo abandonado, fantasmagórico, y de ahí surgió su decisión de visitar escuelas abandonadas a lo largo y ancho de Colombia para fotografiarlas.

Echavarría contó que el antecedente de la serie es un proyecto llamado “las telas de Mampuján”. Al ser invitado por Alexander y Gabriel Pulido a la conmemoración, entró al colegio abandonado. Aquí se encontró con una imagen que interpretó como una sucesión de vocales yéndose del tablero, lo que para él representaba una metáfora de cómo los niños que vivieron en este pueblo tuvieron que desplazarse de su escuela. En otro tablero encontró la siguiente afirmación: “lo bonito es estar vivo”. Esto despertó en él un interés por las pequeñas historias y memorias que pueda haber en los Montes de María, interés que continúa y se ha extendido a toda Colombia. Contó que para él, Silencios muestra cómo estos espacios de tejido social de la primera educación, se han transformado en depósitos de agricultura, en espacios habitados por personas que perdieron su hogar, en lugares que hablan de un doble desplazamiento.

De esta manera, Juan Manuel Echavarría llegó a Chengue, Palo Alto, Las Brisas, Chalán, Chinulito, Los Aceitunos; decenas de pueblos donde las tragedias sufridas son innombrables y a la vez ineludibles. En uno de los pueblos, decía, “cortan la luz, sacan a hombres a la plaza, meten a mujeres en una casa y le aplastan a los campesinos la cabeza con un maso frente a sus esposas”. En otro, pusieron un burro bomba. El conferencista compartió varias anécdotas de sus viajes, entre ellas un comentario que una vez le hizo una desplazada: “nosotros nos vinimos el tronco. Allá se quedaron las raíces”. Sus experiencias, más allá de lo anecdótico, lo han llevado a profundas reflexiones y cuestionamientos: dijo que esa mañana, antes del encuentro, escribió: “¿Será la fotografía el olvido que no seremos?”

Un componente fundamental de la charla fue la elaboración artística y la reflexión sobre el impacto que el hecho de conocer estos pueblos y personas han tenido sobre el artista. el Habló acerca de los árboles, en particular del motivo del árbol de tamarindo, que se repetía en las historias que le contaban los campesinos. “Debajo del tamarindo jugábamos fútbol, hacíamos esto. Y debajo del tamarindo los paramilitares dejaron los cadáveres”, cuenta que le decían. Él decidió, entonces, tomar una foto al tamarindo y entregársela a la comunidad preguntándoles “¿qué nombre le pondrían ustedes?” dijo que Martha, una de las líderes de la comunidad, dijo: “el testigo vivo de la masacre de las Brisas”. Otro campesino que estaba ahí llamado Wilson, lo nombró “el testigo mudo de la masacre de las Brisas”.

Para el conferencista, las imágenes de las escuelas sirven como testigos de cómo la guerra despedazó el tejido social: Silencios es “una cartografía de la guerra recorriendo trochas entre pueblos”. Sostuvo que cuando el dolor de la guerra es inconmensurable, el arte es un lenguaje oblicuo que permite hablar acerca del sufrimiento y que permite a las comunidades expresarse de maneras menos limitadas. Decía con respecto a su obra: “Yo creo que el arte es comunicación, de eso se trata, de compartir caminos”.

Hacia el final de la conferencia, el público hizo una serie de preguntas relacionadas con su contacto con las personas que iba conociendo en sus recorridos y con el papel del arte en la sociedad. Echavarría comentaba ante el primer punto que ha sido recibido con mucho respeto y hospitalidad (menciona frases como “mi cariño lo saluda” y “mi encanto es conocerlo”), y afirmaba que “mi único talento es interesarme en las historias de otros”. Para él, si existe respeto y un interés genuino al acercarse al otro, la interacción es siempre significativa. Refirió también que otra manera de crear puentes con el otro es llevar el libro que resulta del proceso fotográfico a las comunidades para devolverlo y decir “esto es lo que yo hago”. Ante el segundo punto, el artista sostuvo que la guerra colombiana es un reto a la representación, pero que el arte y sus transformaciones pueden funcionar como una mirada indirecta que “abre el espacio de la reflexión y la emoción”. Por último, resaltó la importancia de ser siempre cuidadoso y respetuoso ante quienes han sufrido, pero de aprovechar manifestaciones artísticas como Silencios para generar debate y cuestionamientos en el ámbito público y académico.

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