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Los silencios de los sobrevivientes de la masacre de El Tigre, Putumayo

 

Conferencista: Andrés Cancimance López. PhD en Antropología y Trabajador Social de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador del Grupo Conflicto Social y Violencia del Centro de Estudios Sociales (CES) Universidad Nacional de Colombia
Fecha: Jueves, 12 de marzo de 2015

La conferencia «Los silencios de los sobrevivientes de la masacre de El Tigre, Putumayo» realizada el 12 de marzo de 2015 en el marco del coloquio permanente «A la escucha», tuvo como objetivo exponer los resultados que ha obtenido el Andrés Cancimance López en sus investigaciones llevadas a cabo desde el 2002, en torno al silencio como una práctica de resistencia cotidiana en medio del conflicto. En consecuencia, este texto tiene como objetivo exponer los puntos principales tratados en la conferencia y mencionar las ideas que surgieron en el espacio de diálogo entre el ponente y el público.

Para comenzar, la masacre de El Tigre fue perpetrada por 150 paramilitares del Bloque Sur del Putumayo el 9 de Enero de 1999, en donde asesinaron a 26 hombres y desaparecieron a otras personas, ya que esta población era considerada como guerrillera. Tras estos eventos, los paramilitares deciden asentarse en la región y establecer sus propias leyes y normas de vida hasta el 2006, cuando se marchan por enfrentamientos con otros grupos militares. En este sentido, Cacimance tuvo como objetivo realizar un análisis sobre el silencio de esta población, pero en función de las personas que deciden quedarse en el territorio, en medio del conflicto armado y de la guerra. Para llevar a cabo este trabajo, Cacimance parte de tres preguntas fundamentales: ¿cómo hacen las personas para mantenerse con vida en medio de una guerra en la que no son combatientes?, ¿Qué hacen para sobrevivir a la violencia de la zona? y ¿cómo hacen para arreglárselas en un lugar en que pueden morir en manos de diversos grupos armados? Para responder a estas preguntas, Andrés Cacimance propone que el silencio fue esa herramienta que les permitió sobrevivir, tanto al hecho violento como al dominio paramilitar. No obstante, es importante mencionar que el silencio no puede entenderse como un asunto traumático o como el ocultamiento de divergencias políticas, sino que debe comprenderse como un elemento que está enmarcado en la actitud del silencio, la cual es una forma susurrada de enfrentar las condiciones de violencia. Esta actitud del silencio está enmarcada en las prácticas de resistencias cotidianas, que dan cuenta de la esperanza por vivir en el lugar.

Ahora bien, al comprender que los silencios no son la ausencia de palabra, sino una práctica o recurso cultural, es relevante situarlos en una temporalidad, ya que no se dan iguales durante la masacre, durante el control paramilitar y la salida de estos. Por tal motivo, Andrés Cacimance expone que los habitantes de El Tigre experimentaron tres momentos relacionados con el silencio: silencios de dolor, hacer hablar al silencio y silencios organizados. Por un lado, los silencios de dolor están relacionados a esas dinámicas que surgen por el miedo al extremo control paramilitar, dado que ellos se apoderaron de las casas y de todas las cosas del pueblo. Igualmente, los habitantes de esta región se vieron obligados aprender a comportarse frente a los paramilitares y a aprender las nuevas leyes que traían, puesto que para poder defenderse, primero debían saber cómo tratarlos. En este orden de ideas, aunque el silencio es doloroso no se ve como algo traumático, sino como un mecanismo que se pone en marcha para mantenerse con vida en medio del horror.

Por otro lado, hacer hablar el silencio hace referencia a la organización de grupos que emprendieron los campesinos para poder defender a sus vecinos, por lo cual se logra dejar a un lado el miedo para poder reclamar por la vida de otros. En este punto, Cacimance menciona el concepto de comunidad emocional desarrollado por Myriam Jimeno, el cual significa que se crean lazos de solidaridad para reconstruir un tejido o crear un tipo de acción política concreta. Sin embargo, se quedan muchas personas por fuera de esta comunidad, quienes son más vulnerables a morir porque no cuentan con la protección de los demás. Por último, los silencios organizados se presentan cuando se da la salida de los paramilitares por una confrontación con los guerrilleros, lo cual posibilita que se llevan a cabo acciones para reconstruir el tejido el social. Seguido a esto, a modo de conclusión, Andrés Cacimance menciona que el silencio tiene un carácter estratégico que permite tramitar el dolor y forma una parte importante de la vida y memoria de los habitantes. Asimismo, reitera que el silencio es una práctica o recurso cultural, a partir del cual las poblaciones toman acciones en función de proteger su vida o el mismo territorio.

Una vez realizada la conferencia, se dio paso a un espacio en el que se podían hacer preguntas o intervenciones por el público, sobre los temas tratados. De este modo, la primera pregunta realizada apunta a indagar sobre la existencia de silencios de la comunidad frente a la propuesta de trabajo del investigador. A lo anterior, Cacimance responde que sí se presentaron obstáculos porque las personas no le encontraban sentido a hablar tanto tiempo después de la masacre. Para ejemplificar esto, Cacimance contó una experiencia de su primer Taller de Memoria, en el cual una mujer comentó que no iba a hablar tanto tiempo después de la masacre, ya que no tenía sentido compartir la historia dolorosa por la que habían pasado. No obstante, esta mujer logró encontrar en estos talleres un espacio para poder hablar y llorar lo que en su casa tenía prohibido, de modo que fue muy reparador el trabajo que él desarrolló.

Posterior a esto, surge otra pregunta, pero esta vez relacionada con el autocuidado que tienen, o deben tener, los investigadores frente al trabajo con estas personas, ya que se pueden cargar con el dolor por el que han tenido que pasas estas comunidades. A esta intervención, el conferencista comenta que es muy importante desarrollar un cuidado emocional y estrategias que ayuden a tramitar lo que se vive. Asimismo, él menciona que es un tema sobre el cual es importante reflexionar, dado que casi no se ha trabajado sobre eso, pero que requiere toda la atención. Para finalizar, se realiza una pregunta sobre el modo de compenetrar un estudio sobre la reconstrucción del silencio y los diálogos con el postconflicto. A esto, Andrés Cacimance comenta que todas estas situaciones por las que han pasado los habitantes, generan daños profundos a las personas y al proyecto de vida de estos y de la comunidad, por lo cual es necesario articular estas narraciones con la reparación para así encontrar cómo hacer para que las personas que han sufrido distintos daños tan profundos, logren recobrar sus proyectos de vida, lo cual está muy ligado a los procesos de reivindicación.

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